Cuando partimos hacia la aventura éramos tres. Alicia, Brune y yo nos equipamos con nuestras mejores botas y varios morrales repletos de comida, dispuestos a recorrer este inmenso mundo en busca de las reliquias de Lady Cardo. Comenzamos visitando a una vieja conocida, el hada que tiraniza Madoka, más conocida como FairyCryst; una vez allí, a cambio de soportar su compañía, pudimos disfrutar del aire puro que llena aquellas tierras, hallando junto a un idílico parque el primero de los objetos.
Con el éxito de la primera misión cumplida, partimos alegremente hacia las tierras dominadas por el increíble ingeniero MelinHD, quien gustoso nos hizo un recorrido por sus increíbles construcciones... con un final inesperado, y es que, ante tal grandiosidad, Alicia se mareó y cayó rendida, sufriendo así nuestra primera baja. La verdad es que nos dio igual, teníamos el segundo objeto, que era lo importante.
Solos Brune y yo, en un periplo que rozaba el romanticismo, nos embarcamos hacia los terrenos de PhantomThief, rey, guerrero y navegante como no se recuerda ninguno desde el anterior. Allí, siguiendo sus indicaciones, visitamos el fuerte, descubrimos sus secretos, admiramos sus riquezas... y conseguimos el tercer objeto, lo que suponía un hito en nuestra misión, pues habíamos completado más de la mitad. Para celebrarlo, sacrificamos dos ovejas en honor a Lady Cardo, y devoramos su carne con entusiasmo.
Y entonces llegó el caos. Tal vez ofendimos a los dioses con nuestro sacrificio, o puede que solo fuera porque Nawete no estaba conectado, pero la confusión abordó nuestra búsqueda. Recorrimos todo el mundo en busca del famoso "El Cardo", sin hallarlo; desde Riften hasta Nawos Town, de Novigrad a la Bahía Norteña, todo era la misma frustrante desesperación, la búsqueda sin respuestas que en otros tiempos hizo surgir el existencialismo más cínico. Estábamos a punto de rendirnos... cuando las palabras de la diosa acudieron a mí oído, como el susurro del viento gélido al hombre que arde en ignorancia. Unas coordenadas, esperanza. Seguimos las indicaciones y encontramos el cuarto de los objetos, en un paraje lleno de construcciones jipiescas e incomprensibles.
Por último, como final apoteósico, llegamos a un templecillo de mierda, en donde cobra su máxima expresión aquello de: "la intención es lo que cuenta". Pero daba igual, porque allí estaba el quinto y último objeto deseado. Y con la misión cumplida, vine al foro a desvariar.