Re: Cartas de Piteas
¿Quién es quién?
¿Quién es quién?
XI - Cayendo en las brasas
Cuando abrí los ojos, mis compañeros seguían allí.
Pero todo a nuestro alrededor había cambiado. El suelo donde estaba tendido era áspero y poroso, aunque mucho más calido que las ruinas donde estábamos hacía un segundo. Nos miramos entre nosotros, extrañados, para descubrir que toda la vacía explanada estaba iluminada por un resplandor rojizo, semejante al de las ascuas de una hogera.
En el oscuro horizonte, tan sólo se perfilaban la silueta de un gran pico, a cuyas faldas estábamos nosotros, el resto del ceniciento cielo estaba ocupado por nubes negras como el hollín y extrañas estrellas amarillas. A unos pocos metros, la propia explanada se cortaba en una caida vertical, de cuyas profundidades procedía el resplandor que lo iluminaba todo.
Nederia, donde duerme el sol, los infiernos, el lado oscuro del mundo... había leido mucho acerca de esa tierra. Era un lugar lejano -algunos incluso lo situaban bajo tierra- en la que los mares eran de lava y las estrellas estaban tan próximas que se podían quebrar con la mano. De tierra totalmente quemada, era el hogar de los monstruos de fuego y los aurífagos.
Y ahora nosotros estábamos allí, confusos y perdidos.
Durante las siguientes hora, ascendimos por los intrincados senderos, que apenas se adivinaban entre la ennegrecida roca. El calor que desprendía el suelo fue volviendose insoportable conforme subíamos, hasta llegar al punto de no poder apoyarnos mucho rato para descansar, si no queríamos acabar abrasando las ropas.
En un par de ocasiones volví la vista hacia abajo: vista desde las alturas, la meseta de la que nos alejábamos parecía una pequeña isla, rodeada de un titánico océano de lava; lejos en el horizonte se distinguían otros promontorios, emergiendo afilados y retorcidos.
Hazmat me detuvo bruscamente, sacandome de mi ensimismamiento: delante nuestra el fuego brotaba de la propia tierra como si de un fogón se tratase.
Apenas reemprendimos la marcha, se levantó un fuerte viento que arrastraba cenizas y nos quemaba el rostro. La mayoría nos agachamos, buscando protección entre las rocas a los lados del camino, pero Reshef tenía calados el turbante y el shemagh y permaneció impasible, mirando montaña abajo. Entre el grave ulular distinguí como el astrónomo me gritaba algo ininteligible.
Haciendo acopio de fuerzas, me apoyé en una ardiente roca para incorporarme con suma dificultad. Protegí mi cara con ambas manos y miré adonde Rheshef me indicaba, para poder distinguir entre la ceniza y las ascuas arrastradas una gigantesca silueta que crecia por momentos.
El vendaval de ceniza amainó un poco (lo justo para poder seguir ascendiendo sin riesgo) y reemprendimos la subida sabiéndonos perseguidos. Ibamos bastante más lentos de lo que nos gustaría, pues tan sólo Rheshef podía avanzar con relativa seguridad de ver por donde pisaba, y además se tenía que preocupar de que el resto no nos despeñáramos intentando seguirle.
No habría pasado ni media hora cuando Hazmat, con gritos de alegría, vislumbró el paso al que nos dirigíamos. El lugar en cuestión era una estrecha grieta en la misma montaña, que pasaría inadvertida para quien no la buscase de propio.
Reshef quedó unos instantes afuera, oteando la bajada, mientras el resto pasábamos uno a uno dentro. Aprovechámos el resguardo para escupir la ceniza y beber agua; Osuspiro en particular había tragado mucho polvo y paso casi todo el rato tosiendo hasta que Dremin le dio un trago de aguardiente. Al momento entro Rheshef preocupado.
Hubo un silencio incómodo
Me adelanté unos pasos, notando la tensión del resto del grupo. Lo cierto es que no tenía ni la mas remota idea de como podíamos salir, pero ya habíamos perdido suficientes compañeros como para sacrificar otro mas sin buscar alguna alternativa.
Y entonces, mientras miraba la pequeña candela de la pipa de Dremin, se me ocurrió una idea para retrasarlos.
Abrí la mochila y busqué impaciente hasta dar con un frasquito rodeado de piel, exactamente igual al que mis compañeros tendrían en sus mochilas. Lo mostré al resto.
Nos pusimos manos a la obra enseguida. Uno a uno, Reshef fue vaciando los frascos por la pared de la montaña, hasta que la brea llegó a la zona de la piedra de fuego. Prendió la mecha con una de las cerillas de Dremin, y la montaña se rodeó de su propio foso de fuego.
Y, siguiendo a Hazmat, nos internamos en la oscuridad de la grieta.
Hacía tiempo que no actualizabas, y éste capítulo ha sentado de maravilla
Fantástico Piteas
¡Me alegro que os guste!
Lo cierto es que llevamos dos semanas de locura: el cambio de piso ha sido un follón mucho más grande de lo que pensaba, pero hoy por fin ha terminado (y he tenido tiempo libro como para sentarme a escribir).
¡A ver si cojo carrerilla esta semana!
Hombre, sabemos ser pacientes así que tranqui que no hay prisas
No obstante, a esperar al próximo
Pero no le engañes R3sh, de saber ser pacientes nada xDDD
¡Queremos más!
Se dirá que soy el menos paciente aquí xD
Pit, yo pondría un botón de donaciones o algo junto a cada capítulo, que seguro sale rentable xD
XII - El corazón del valor I
Fuimos dejando atrás la entrada de la grieta, la cual ya comenzaba a arder por nuestra mecha de brea; el improvisado incendio iluminaba tenuemente el camino, que se prolongaba dentro de la montaña varios metros.
Sin transición alguna, la gruta se abría a una gran balconada de piedra en mitad de un circo de montañas, donde ya notábamos el vendaval apenas como una brisa. Dentro del mismo, hervía un gigantesco lago de lava, del que levantaba un único pico en el centro. Allí, tallado con la misma roca, se distinguía una única construcción: un templete repleto de arcadas y columnas, que extendian sombras caprichosas según fueran iluminadas por el ardiente lago.
Pero la isla no estaba totalmente apartada: desde nuestra balconada partía un estrecho y afilado puentecillo, el cual cruzaba orgulloso sobre el abismo de lava, desafiando al vértigo. Apenas una pasarela de piedra pulida, no dejaría paso más que de uno en uno, y carecía de todo apoyo o soporte. Parecía sacado de un libro de cuentos.
Cruzamos el puente con sumo cuidado, pues su superficie era más resbaladiza de lo que nos pareció en un primer momento. Al comienzo cruzábamos de pie, pero Dremin y Hazmat trastabillaron y estuvieron a punto de caer; tras evitarlo, nos dimos cuenta que a gatas teníamos bastante más seguridad, y así atravesámos más de la mitad de la pasarela.
Apenas nos faltaban unos metros para llegar al templo cuando Dremin nos advirtió a gritos del peligro: desde la balconada que habíamos dejado manaba un sin cesar de arañas. Las mayoría serían de un metro y medio de envergadura, pero tambien había muchas tan grandes como caballos enanos, que tenían a arqueros esqueleto como jinetes.
Con la sangre helada, aceleramos la marcha para llegar pronto a cubierto, seguros de que no podríamos defendernos en tan estrecho y resbaladizo puente. Si bien la primera parte -a paso tranquilo- se me había hecho rauda, ahora que acelerábamos parecía que el puente se alargase, estando el templo más lejos cada vez que levantaba la mirada.
Al poco oí a al astrónomo -que cerraba la marcha- reir y gritar en voz alta, acompañado de una multitud de chillidos. Al volverme pude contemplar como las primeras arañas habían llegado hasta el puente, apelotonándose para pasar y empujándose unas a otras, de tal manera que muchas cayeron al lago de lava por el ímpetu de su carga.
Las pocas que conseguíar llegar hasta la pasarela patinában en el resbaladizo suelo, perdiendo el control de sus patas y cayéndo del puente al poco rato. Reshef, jactancioso, se quedó atrás profiriendo amenazas y juramentos a nuestros desgraciados perseguidores.
Mientras el resto seguíamos avanzando, Osuspiro se retrasó para obligar al astrónomo a continuar camino. En el momento en que ya volvían hacia nosotros los monstruos comenzaron a organizarse: las arañas pequeñas dejaron de intentar avanzar, mientras que las grandes se situaban en filas para asegurar que sus jinetes tuvieran un buen arco de tiro.
Habíamos cubierto ya una distancia importante, por lo que la primera andanada de flechas quedó bastante detras nuestra, más con la segunda los esqueletos corregieron el tiro y las flechas comenzaron a caer a nuestro alrededor.
Avanzamos entre la lluvia de flechas, destrozándonos rodillas y codos mientras rezábamos porque ninguna nos acertase. Hazmat, que lideraba la fila, llegó hasta la entrada del templete y, ya erguido, nos ayudó al resto a pasar a cubierto.
Para cuando Osuspìro y el astrónomo alcanzaron el dintel, ya nos habían caido encima más de siete andanadas, e incluso alguna flecha se había clavado en el grueso petate a la espalda de Rheshef. Mientras llegaban, el resto nos habíamos dispuesto por la sala que servía de entrada, cerrada al exterior excepto por la puerta por la que acababamos de acceder.
Excessus y yo, que aún teníamos el arco intacto tras todas las peripecias, repartimos las flechas que quedaban entre nuestros carcaj. Dremin, por su parte, había explorado las salas de alrededor para saber desde donde podríamos cubrir mejor la pasarela. El caballero volvía contento, arrastrando un cofre que había encontrado en la sala contigua.
Y dicho esto, el mago se desplomó en el suelo, sangrando profusamente. El Adm y yo nos avalanzamos sobre él, para descubrir que un par de flechas le habían alcanzado en el costado y el brazo derecho.
Excessus aplicó los propios ungüentos de Hazmat como pudo, pudiendo al menos parar la sangre. Rheshef le ayudó a quitar las flechas y vendar las heridas, mientras el resto nos repartíamos entre la puerta y las troneras que Dremin encontró en las salas contiguas. Pero el ejército, al ver que nosotros ya estábamos a cubierto, había cesado en los disparos, quedando tan solo alerta una guardia de arqueros al pie del puente. Estábamos a salvo por el momento.
Nos equipamos con lo que Dremin había encontrado, y decidimos descansar en ese mismo lugar, siempre quedando dos de guardia para reaccionar si los monstruos avanzaban. Esa "noche" -en Nederia no existen sol ni luna algunos- la cena fue frugal y con los víveres bastante racionados, pues no sabíamos cuanto tendríamos que esperar allí. Tras ella, fuimos cuidando del estado de Hazmat, que a ratos recuperaba la consciencia.
Durante mi turno de descanso, el mago despertó tosiendo. Tras lacanzarle algo de nuestra mermada agua se incorporó y observó la sala.
Hazmat volvio a beber otro trao de agua, calmándosele un poco la tos. Mientras yo arrojé un vistazo detenido a la sala donde estábamos. Sin ningun abalorio, los contrafuertes de las paredes se unían en una elegante bóbeda sobre nosotros. A un lado y otro, guardaban el camino las salas de las troneras (donde ahora estaban Osuspiro y Rheshef).
Detrás nuestra -en la pared contraria a la entrada- un portal custodiaba la entrada a la parte interna del templete. El dintel de esta puerta era el unico decorado: tallado como ramas de vid entrelazadas, simulaba sostener en su punto mas alto un cartel donde estaba tallada la palabra "VALOR". Todo me resultaba inquietantemente familiar.
¿Y quién no ha oido hablar de Trevas? Yo, por mi parte, le conocí en su juventud, cuando era apenas un aprendiz de pintos, obsesionado con las legendarias obras del Adm Silentbob. Compartimos hogar durante un tiempo en la apartada Bahia del sol, donde yo buscaba inspiración y el comenzaba sus primeras esculturas.
Y en ese momento recordé. En las laderas del monte Nibél, tras bahia del sol, Trevas realizó un trabajo, que nunca le acabó de complacer del todo, para los Adm de Espaún. Era un pequeño templete, para que los caminantes pudieran usar como refugio si les sorprendia la noche. Lo llamó "El templo al valor", y ahora podía darme cuenta que no era sino una pequeña sombra del mismo templo donde ahora me encontraba.
Me levanté, confuso, intentando recordar. Había algo importante que no alcanzaba a discernir. Algo que sospechaba vital para nuestra situación, pero que se escondía en un rincón de mis recuerdos.
Dremin y Excessus se agolpaban detrás de Reshef, peleándose para ver lo que Reshef atisvaba con su telescopio. Durante unos momentos estuvimos pendientes de la oscurecida ladera del norte, esperando ver al mosntruoso Griefer cruzándolo, pero Reshef nos señaló el oscuro cielo.
Contra la espesa mata de neras nubes, se recortaban una miriada de figuras, blanquecinas y abotargadas. El viento arrastraba lamentos inhumanos, disonante y desesperado como el mugido de las reses en un matadero. Los seres, que paecían ser arrastrados por el aire hacia arriba, comenzaron a descender torpe y lentamente sobre nosotros.
El astrónomo aprovechó para disparar a los mas cercanos, que se desinflaron como un odre lleno de aire, cayendo inertes a la lava. Nos miramos incrédulso ante estos nuevos mosntruos, que no parecían revestir ninguna amenaza, hasta que Excessus nos alertó.
No llegó a terminar la frase. Una explosión de fuego destrozó la pared, arrojándonos a todos hacia atrás y dejando tras de si una lluvia de ardientes cascotes. A punto estuve de perder el conocimiento.
En cuanto pude levantarme, vi que el Adm y el astrónomo se habían llevado la peor parte -pues estavan delante de Dremin y mia en el momento de la explosión. A pesar de sus heridas y quemaduras, que aparentaban ser bastante graves, ambos respiraban, por lo que intenté sacarlos de allí.
Dremin enseguida se recuperó y me ayudó a volver a la sala principal. Mientras tanto, Osuspiro había salido hasta la puerta exterior, donde disparaba a los nuevos mosntruos sin cesar de moverse sobre el puente. Los seres vomitaban llamaradas, que el explorador esquivaba como buenamente podía sobre el resbaladizo puente.
Cada vez que una de esas bolas de fuego tocaba la estrecha pasarela, estallaba furiosamente en llamas; pero aunque más de una impactó sobre el estreche puente, este quedaba intacto y desafiante sobre el abismo.
Pese a que, en un territorio mas amplio, Osuspiro podía esquivar mejor a los Flotantes, el ejército de la otra orilla no perdía el tiempo. En un instante, se renaudó una lluvia de flechas sobre el explorador que amenazaba con abatirle, si no resbalaba antes cayendo a la lava.
Dicho esto, el caballero corrió hacia el puente, donde Osuspiro intentaba resistir la nueva andanada de flechas. Hazmat me guió mientras rasgue las vestiduras y apliqué algunos ungüentos que aún nos quedaban, pero Hazmat enseguida me confesó que no teníamos mucho con los medios que allí disponiamos. Apenas nos quedaba linimento y el necesitaba un laboratorio completo.
Y entonces una chispa imluminó el oscuro sincon de mi mente.
Hazmat comprendió al vuelo. Me ayudó a tumbar a Reshef y Excessus sobre sendas esterillas y, usandolas como parigüelas, los arrastramos hasta e interior del templo. Yo me volví a la puerta de entrada, para avisar a los compañeros de la retirada.
Mientras tanto, Osuspiro se aferraba agachado en el dintel exterior, agarrando a Dremin para evitar que este cayese al abismo en mitad de la lluvia de fuego y flechas. El caballero acudió en ayuda del Osuspiro, pero resbaló apenas puso un pie en la pasarela; gracias a los dioses, se aferró en el último instante y -mientras gritaba de espanto- quedó colgando del suelo de la entrada.
El mago yo nos adentramos en las salas interiores, seguidos de nuestros compañeros en cuanto Dremin pudo encaramarse. Sin apenas fijarme en detalles, recorrí lo más rápido que pude los pasillos, reconociendo el camino hacia el refugio interior.
Los ecos de los flotantes comenzaron a resonar por los pasillos, recordándonos la inmediatez de nuestros perseguidores. Pero entonces llegamos a una gran puerta doble de alabastro -que sin duda debía ser la inspiracion de las puertas de madera blanca del templo de Nybel.
Triunfantes, Hazmat y yo empujamos las puertas de la sala, para descubrir una cálida estancia de alabastro y madreperla, iluminada por dorados pebeteros. En la mitad, se levantaba un bello arco de obsidiana, pero este estaba limpio y vacío: no habia portal alguno.
Nos detuvimos un instante, incrédulos. Me sentí desfallecer y con ganas de llorar: había acariciado una esperanza con los dedos y ahora sólo me quedaba la cruel realidad. Hazmat, sin embargo, reaccionó pronto: arrastró a Reshef hasta el estrado y me indicó que hiciese lo mismo con Excessus. Mientras le seguía observé que las vendas estaba encharcadas en sangre: sus heridas se habían abierto.
Mientras el mago se colocaba una de las cotas, Osuspiro y Dremin entraron atropelladamente en la sala.
Siguiendo el consejo, cada pareja nos colocamos a un lado de la puerta: Dremin y yo en una, Osuspiro y Hazmat en la otra. Dado que los dos ultimos arcos habían quedado destrozados, desenvainamos las espadas que Dremin había conseguido y entreabrimos las hojas de la puerta. Nuestra esperanza era que los seres bajasen a la abertura -en lugar de simplemente volar la puerta- y pudiéramos caer sobre ellos en cuerpo a cuerpo.
Mientras oíamos a los flotantes acercándose oí a Dremin canturrear una oraciónzando por su alma. Fui consciente entonces que, aunque todo saliese bien, no hacíamos sino restrasar lo inevitable: era el final.
XII - El corazón del valor II
Aguardamos a los flotantes con las espadas desenvainadas, escuchándo sus explosiones cada vez mas cerca. Delante nuestra, Hazmat hacía auténticos esfuerzos por permanecer de pie y Osuspiro se encomendaba a los dioses. Alguien dijo con voz potente:
Miré a Dremin, sorprendido de la entereza con la que daba la orden, para encontrar que el caballero me miraba a mi anonadado. Delante nuestra, el mago y el explorador también estaban atónitos por la misteriosa voz.
Una luz azulada bañó la estancia, a la vez que el retumbar de las explosiones llegaba a la puerta. Las hojas de alabastro se combaron, empujándonos con violencia a los lados mientras una miriada de flotantes entraba en la estancia.
Decenas, cientos de flechas surcaban el aire por encima nuestra, masacrando a los flotantes: sus cuerpos caían inertes ante nosotros como las hojas en otoño. Mientras tanto, a través del portal de obsidiana del centro de la estancia, filas de ballesteros entraban en la sala, atravesando una luminosidad azul turquesa. Habían llegado los refuerzos.
Dremin y yo nos retiramos espalda con pared, evitando entrar en el arco de tiro de los soldados. Estos, que serían más de medio centenar, disparaban sin cesar a traves del portalon con ballestas de repetición espaunitas. Pronto el silencio cubrió de nuevo el interior del templo, y los guardias se encargaron de nosotros. Mientras un par de ballesteros me ayudaban a ponerme de pie, escuche una voz conocida.
Nos estrechamos las manos, y noté que realmente tenía un "algo" especial. Desde luego no sería gracias a su físico -algo desaliñado y de rasgos saltones-, sino mas bien por un aura de decisión y confianza que lo rodeaba. Era del tipo de personas que crees te pueden guiar hasta el infierno y traerte de vuelta intacto.
Los ballesteros, menos un pequeño grupo que se quedó con los heridos, se organizaron en filas y avanzaron a la par de Skass. La filas de vanguardia portaban grandes escudos con ruedas, uardando la ballesta a la espalda, y el resto de hombres se repartían equidistantes, guardando la formación. A fin de poder guiarlos hasta el portón de entrada, Osuspiro, Dremin y yo caminábamos junto a la retaguardia, donde los últimos soldados arrastraban un pesado carromato, cargado con un gran cilintro de metal bruñido.
No hubo piedad con los flotantes que fuimos encontrando, mientras cruzábamos de nuevo las grandes salas. En dos descargas, los ballesteros podían acabar con la mayoría de grupos dispersos que aún quedaban emboscados. En más de una situación los flotantes alcanzaban a disparar sus mortales llamas, pero los escudos de los porteadores estaban hechas para resistir.
Cuando llegamos al estrecho puente, pudimos ver un espectáculo dantesco del otro lado. El griefer, que habia aumentádo aún más de tamaño, estaba encaramado a la ladera contraria de la montaña. El cuerpo de lo que antes era Dester se había convertido en un gigante abotargado, de quitinosa piel negra.
El monstruo poseía seis patas, acabadas en afiladas garras, sin que ninguna estuviese repartida de forma lógica por su cuerpo; un par de gigantescas alas en lo que debía ser su espalda le permitían levantar algo el vuelo, y entre ellas se distinguía una cabeza bulbosa coronada de ojos saltones.
El griefer no paraba de aullar a traves dos fauces, circulares y dentadas como las de una lamprea, a la vez que una pupa ulcerosa a la altura de su pecho vomitaba incontables monstruos.
Apenas las primeras filas de ballesteros tomaron posición, comenzó a caer sobre nosotros una tormenta de fuego y flechas. Las paredes de la sala -ya en ruinas tras el primer ataque de los flotantes- se desmoronaban sobre los portaescudos, que cerraban su formación para proteger a las primeras filas de ballesteros.
Aún con toda la organizacion, no pudimos evitar sufrir muchas bajas. Las filas se dividieron, y los hombres buscaron cobertura en las salas adyacentes, respondiendo al fuego enemigo con oleadas de virotes. Siempre con su vanguardia, Skass dió orden de concentrar el fuego para limpiar el cielo de flotantes -aunque ello implicaba quedar muy expuesto a los arqueros de la otra orilla.
En mitad de todo el caos, el carromato al lado del que íbamos nosotros se adelantó hasta la posición del capitán. Nosotros lo aprovechamos como parapeto, y así pudimos acercarnos hasta el grupo de Skass.
Ningún flotante se veía ya por el cielo, pero las flechas silbaban continuamente a nuestro alrededor. Yo apenas me atrevía a levantar la cabeza de la pared derruida tras la que nos defendíamos, pero el capitán Skass y otro de sus hombres permanecían firmes sobre ella, calculando distancias con un astrolabio.
El adm se dejó caer a mi lado con expresión triunfante, mientras sacaba un cigarro puro del bolsillo de su casaca. Mientras lo encendía, me miró divertido y preguntó:
Skass se incorporó y aplicó la llama de su puro sobre una pequeña endidura en el cilindro de metal. Este comenzó a cimbrear ligeramente, dando paso a un rumor grave que creció hasta una fuerte vibración que hacía temblar el suelo. Me apresuré a seguir el consejo del Adm, y pude ver que el resto de gente hacía lo propio.
El propio metal comenzó a abombarse como un tonel, para luego proferir el mayor estruendo que recuerdo haber escuchado. Retumbó en toda aquella profundidad como cien truenos en uno solo, golpeándome su sonido como un puñetazo en las tripas.
No me había recuperado del todo cuando vi que la mayoría de ballesteros se encaramaban a sus posiciones, siguiendo algo en el cielo. Temblando aún por la impresión, me levanté para atisbar lo que miraban: una gigantesca bola de acero al rojo vivo surcaba los cielos como un meteoro, e iba directa al cuerpo del Griefer.
Cuando lo golpeó, otra explosión tan fuerte como la anterior se produjo, estremeciendo de nuevo los cimientos de Nederia, y destrozando en el proceso la cima del monte quemado. Hubo una gran nube de humo en la montaña y desprendimientos en su ladera, oyendose chillidos y algarabía por parte de los mosntruos en ese lado.
Cuando el humo se dispersó sólo quedaron algunos mostsruos dispersos en el otro lado: el griefer había caido.
Epílogo
Tras el triunfo y la alegría, el capitán mandó un grupo de avanzadilla a través del puente, que limpiaron la otra orilla y regresaron con el libro de los mosntruos intacto. Volvimos al corazón del templo del valor, donde esperaba Phank curando a los heridos, y desde allí regresamos a la superficie.
¡Cuanta alegría sentí al volver a sentir de nuevo el sol y el viento! El portal que Phank creó nos devolvió hasta la casa de Reshef, donde el astrónomo quedó a descansar de sus heridas, junto a Excessus y Hazmat. Por otro lado, los otros dos Adm volverían a pie hasta Espaún con el libro (pues aún con el griefer muerto no era aconsejable abrir portales alegremente). Me despedí de Phank y Skass, prometiéndoles visitar en un futuro no muy lejano cuando acabara mi viaje a Norsk.
El capitán intercambió con nosotros algunos puros por el té enano que aún nos quedaba, y me aseguró que estaría muy interesado en hacer negocios conmigo si algún dia me pasaba por Espaún. ¡Qué poco me imaginaba que aquella sería la última vez que le vería con vida!
Y tras todo este ajetreo, y una descansada cena en casa de Reshef, Dremin y yo hicimos petate de nuevo para continuar hacia Norsk. Osuspiro, agradecido por toda nuestra ayuda, se ofreció para acompañarnos en el último trecho; nosotros, obviamente, aceptamos encantados.
Tomamos una barcaza frente a la casa del astrónomo, navegando con la brisa durante el resto del primer dia sin apenas acercarnos a la costa. Disfrutamos del sol y de la brisa del mar como si fuera la primera vez que los veíamos, hasta que incluso a mi me dió un golpe de calor y tuve que tomar hierbas calmantes.
Al atardecer, y sin ningún percance, llegamos al castillo de Azafrania -el último antes de las tieras salvajes. Nos recibió su barón, viejo conocido de Osuspiro, que se sorprendido de tener visitantes en tan malos tiempos. Esa noche cenamos opíparamente, y entretuvimos a la corte con nuestras increibles andanzas de los últimos dias.
Al dia siguiente el barón de Azafrania nos escoltó hasta las lindes de sus tierras, señalándo el camino que habríamos de tomar para cruzar el desierto camelia y llegar a los bosques Sin Fin, donde se encontraba Norsk.
No se si fue por saber nuestro destino tan cerca, o quizas porque las duras aventuras nos habían curtido, pero cubrimos la distancia raudos y ligeros, llegando al lago de Norsk cuando el sól aún estaba alto en el cielo.
Más la visión de la ciudad sacudió nuestros corazones: columnas de humo salpicadas por doquier delataban varios incendios entre las casas, y la muralla -que siempre había sido alta e imponente- estaba prácticamente derruida en algunas partes, habiendo sido sustituida por improvisadas barricadas.
Al acercarnos a la puerta sur, un par de guardias maltrechos y famélicos nos salieron al paso, preguntando nuestras intenciones. Reconocieron a sir Dremin, que les solicitó audiencia con el hidalgo Skylanden.
Los guardias nos guiaron a través de las calles, donde pudimos comprobar que la situación dentro de la ciudad era tan mala como se atisbaba desde fuera. Más de la mitad de las casas estaban derruidas y requemadas. La mayoría de los habitantes vagaban entre las ruinas, tristes y con la mirada perdida; sus rostros reflejaban el hambre y el miedo por los ataques que habían sufrido.
Finalmente llegamos hasta la alcaldía, sombra medio derruida de lo que había sido y subimos hasta la sala de Skylanden. Allí el hidalgo, triste y apagado, nos habló acerca de los terribles ataques que la ciudad había recibido desde hacía semanas. Al igual que en el resto de ciudades, todo comenzó con el bloqueo de los portales, y la llegada de oleadas mayores de monstruos al caer el sol.
Algunos hombres, preocupados por la falta de comida, decidieron hacer caravanas al sur para poder llegar hasta Azafrania. Sin embargo la expedición fue atacada a mitad de camino, muriendo muchos hombres y regresando heridos el resto.
A partir de ahi la cosa había ido a peor. Los monstruos se agolpaban en las murallas por la noche, y unos creepers abrieron brechas en un par de ocasiones, causando el caos en las calles. Para cuando los pocos soldados con los que contaban consiguieron rechazarles, comenzaron a bombardear con rocas candentes, prendiendo el granero y bastantes casas.
Pero hacía dos días, los ataques habían parado, y el propio Skylanden habia ya propuesto abandonar definitivamente la ciudad, dedicando todos los guardias que le quedaban a proteger una única caravana de civiles hasta Azafrania.
Cuando Skylanden terminó, Dremin me arrebató el petate y lo abrió, mostrándo el contenido al hidalgo. Osuspiro y él pasaron a relatar entonces todas las penurias que habíamos pasado para poder traer el grano. Contaron tambien nuestro encuentro con los Adms, la historia de Excessus y todas nuestras peripecias en Mojang y Nederia.
Al terminar, el caballero se acercó a Skylanden y le dijo:
El hidalgo lo meditó, y al final decidió darnos una semana de tiempo. Los tres le dimos las gracias, y partimos a los huertos para plantar el grano de Valinor. La gente nos miraba desconfiada al comienzo, pero más de uno corrió a ayudarnos cuando vió lo que hacíamos.
Esa noche, aunque no había crecido apenas nada de trigo, la gente del pueblo celebró fiesta por nuestra llegada. Repartí los puros de Skass, y estiré todo lo que puede el té y las otras especias para ofrecerles algo medio decente. Fue con lejos la comida más insípida que habíamos probado (¡incluso comparada con la poca que tomamos en Nederia!), pero desde luego fue la mejor cena: sabía a victoria.
Esa semana se obró el milagro: cada dia más ciudadanos decidían quedarse y reconstruir sus casas, los cazadores pudieron volver a cobrar piezas por los bosques Sin Fin sin miedo a encontrarse con un mosntruo, y el trigo creció fuerte y sano.
Mucho nos tocó repetir las historias de nuestras aventuras, hasta que prácticamente todo el mundo en la ciudad se las sabía casi de memoria, e incluso había quien las contaba mejor que nosotros. La fama y el favor de Skylanden, me valieron el poder colocar una pequeña tienda en la misma ciudad -de exito rotundo-, y ser nombrado "Amigo de Norsk".
Y, al igual que la primavera borra los rastros del invierno, Norsk volvió pronto a florecer dejando atras sus momentos oscuros, y relegando nuestras aventuras a los cuentos de viejas. Tán sólo una estela de piedra, grabada por Osuspiro, Dremin y yo, recordaba todo lo ocurrido rezando:
IN MEMORIAM QUI ABSENTES
Finalmente llegó el dia en que los portales se reactivaron, con fiesta y jolgorio en todas las ciudades. Aproveché entonces para volver a mi casa en Valinor y tomar un descanso de todo lo ocurrido, antes de volver a los negocios.
Mucho tiempo despues volvería a Norsk en circunstancias harto distintas, pues sería buscando supervivientes mientras los Chunks devoraban Minecrafters; pero eso es otra historia que tendrá que ser contada en otra ocasión.
Épico, genial, apoteósico!
Me he emocionado al "oirme" llegar a mi mismo al templo del valor, no porque sea "yo" (bueno, un poco xDD), sino porque la batalla me tenía mordiendome las uñas.
Skass grandioso, aunque en vez de puros debería sacar galletas caseras del convento de clausura de las hermanas espaunitas de Santa Dinhilien.
Queremos más!
P.D. leyendo tus relatos me doy cuenta de que echo de menos el mapa antiguo mas de lo que creía xD
Pedazo historia te has currado Pit, espero y mucho que no sea la única y que tengas pensado escribir más, porque enganchas tío
phanq escribió:P.D. leyendo tus relatos me doy cuenta de que echo de menos el mapa antiguo mas de lo que creía xD
+1000000... la verdad tenía ya "asumido" que había olvidado el antiguo mapa, pero tras leer muchas de las cosas que uno ha leído en ésta historia puedo dar por hecho que no es así
Pit ¿Escribirás historias del nuevo mapa? de paso podrías incluir a nuevos personajes, porque jugo veo por todos lados xD
PD: Veré si copio todos los capítulos y los guardo en un .pdf
Fantastico, me ha encantado como has cuadrado el final mezclandolo con la Gran Crisis de Norsk.
MAS MAS MAS MAS QUEREMOS MAS!!!!
Y es verdad, el nuevo mapa a estas alturas no es ni la sombra del antiguo....
piteas podria recopilar todas las cartas y escribir un libro
lo podrias regalar a los minecrafters... XDDDD
Me las tendre que leer todas seguidas que hace ya que no me leo una D:
Ale, todo lo escrito por Pit en un pdf... veré si tras volver del curro puedo toquetearlo un poco más que con prisas tal vez me haya dejado algo a medias