Soneto de Apocalipsis [Titulo provisional] Relato corto JAPON
Como todo el mundo sabe, ha ocurrido una de las peores catástrofes del mundo, que ha caido en una de las sociedades mas organizadas del mundo entero, Japón. La gran potencia mundial ha sido amenazada por la fuerza de la naturaleza, muchas cosas han sucedido, incluso alerta nuclear. Sin embargo todo esta controlado, o al menos eso creemos.
Mi proposito con este relato es demostrar que esta catastrofe no está tan lejos, sino que cualquier niño de cualquier pais, de cualquier religión, o de cualquier color de piel ha podido aprender a sobrevivir a una catastrofe, tan solo con la ayuda de si mismo.
Espero que os guste, y recordad, apreciar lo que uno tiene. Porque como bien dice el refrán.
"No es mas rico el que mas tiene sino el que menos necesita"
CAPÍTULO I: LA FUERZA DE LA TIERRA, Y DEL MAR
Sentí un leve cosquilleo en mi hombro y poco a poco fui abriendo los ojos esperando el nuevo día. Hoy no había clase porque mi profesora se había puesto enferma, por lo tanto, me tenía que quedar en casa toda la mañana. Itoshi me dejó su iPod mientras él estaba en la universidad para no aburrirme durante el transcurso del día. Yo ya tenía la vena rockera ya que mi hermano mayor era vocalista en un grupo de rock indie y me ha inculcado esta “filosofía”. En el iPod me puso todas sus maquetas y varias canciones de distintos grupos: The Who, Nirvana, Linkin Park, The Ramones, Sum 41, My Chemical Romance, y muchísimos más. Lo ideal para pasar una mañana tranquila en casa, ya que pese a que soy un niño de 9 años, como todo el mundo, yo también siento estrés, yo también me canso, yo también quiero disfrutar de mi “puente”.
-Satoshi, no te duermas, tengo que irme a hablar con la vecina, volveré pronto, te he dejado el dinero del almuerzo para que bajes a la tienda-
Mi madre siempre insistía en dejármelo todo claro, ella confiaba muchísimo en mí, ella ya me creía capaz de comerme el mundo, con tan solo 9 años, yo ya podía bajar a la tienda que estaba a tres calles de distancia, al lado de los huertos de Yuriage, en la prefectura de Natori , mientras que a mis amigos tan sólo les dejaban salir a jugar al solar de al lado de los huertos, pero siempre el señor Irotome nos reñía y no nos dejaba jugar al fútbol por las tardes.
Cuando oí la puerta cerrarse, encendí el iPod y me senté en el sillón reclinable, y acaricié a Misery . Itoshi le puso ese nombre al gato ya que le encantaba The Beatles, y a veces el gato maullaba al son de la música.
Comenzó a sonar Unchained Melody y cerré los ojos, con absoluta tranquilidad. Pasados unos minutos, de repente Misery levantó la cabeza y miró a izquierda y derecha, justo después, sin razón ninguna me arañó el brazo derecho y se escondió repentinamente bajo la mesa del comedor. Una gota de sangre comenzó a resbalar por mi brazo derecho cayendo al suelo. No entendía para nada la situación, tan sólo me limité a contemplar las heridas que me había provocado el maldito gato, y fui a coger un apósito y a curármelo inmediatamente antes de que se me infectara.“Pero que mosca le habrá picado a Misery”- pensé mirando mi brazo dolorido.
De repente, comienzo a ver que el vaso en el que estaba el cepillo de dientes comienza a moverse violentamente, poco después comienza a moverse absolutamente todo, se caen todas las colonias y perfumes de mi madre, el desodorante, el champú… el suelo comienza a moverse descontroladamente, haciendo parecer que se iba a partir la casa en cualquier momento.
Rápidamente salí del baño pero antes de llegar al comedor me precipité contra el suelo, sin posibilidad de levantarme hasta que acabó el temblor. Cuando cesó el temblor, me acerqué a la mesa del comedor, cogí a Misery en brazos y cogí el dinero del almuerzo que me había dejado mi madre .
Salí de la casa cerrando con llave y comencé a andar calle abajo. El temblor provocó graves daños, las marquesinas del autobús se habían precipitado contra el suelo, había coches en llamas, el suelo resquebrajado, y los platos de una tienda de porcelana estaban totalmente desquebrajados.Cuando me apresuré a girar una calle, oigo detrás de mí una voz tenue a la lejanía en un idioma que para mí era desconocido, yo tan sólo sabía japonés. Una inmensa ola venía del puerto con una velocidad asombrosa derribando todo lo que iba a su paso, llevando tras de sí coches, casas, huertos, animales, vigas, arboles, incluso barcos.
Algunas de las casas de las que traía la gigantesca ola estaban incendiadas, era un espectáculo asombroso pero terrorífico, la cohesión de los dos elementos, agua y fuego.
Todo ello se aproximaba hacia mí a velocidad vertiginosa, y era como si mis piernas se hubieran congelado, no podía correr, no me respondían las piernas. Tan sólo esperé a que la inmensa fuerza del mar y todos los escombros que llevaba consigo me llevara con su fuerte abrazo.
CAPÍTULO 2: ACCIÓN-REACCIÓN
Dolor, mareos, nauseas, olor a mar, olor a fuego. Podía oler la salinidad del mar y a la vez el arder del fuego en las casas, era una mezcla totalmente tóxica y no pude evitar taparme la nariz y toser para poder echar el humo inhalado.
A mi alrededor se formaba un paisaje totalmente desolador, las calles descompuestas y llenas de lodo y barro, las casas destrozadas, multitud de cristales en el suelo, los coches ardiendo, gente corriendo de un lado para otro viendo como todo Yuriage estaba en llamas e inundado de agua. La gente corría hacia los puntos más altos de los edificios para refugiarse de la fuerza del mar, que seguía llevando millones de escombros.
Un ruido agudo proveniente de mi oído izquierdo hacia que no pudiera oir los gritos sordos de la gente, los lamentos al no poder recuperar unas fotos, comida, cualquier cosa que hiciera saber que habían vivido allí. La desesperanza y el agobio de saber que debajo de esas toneladas de escombros estaba su pueblo, Yuriage.
Una cosa tenía clara, que tenía que hacer cualquier cosa para levantarme antes de que el armaggedon acabara conmigo.
Cuando me levanté observé uno de los millones de cristales de las ventanas y espejos de las casas para ver mi estado. Mi camiseta estaba desgarrada por un costado, dejando ver una raja en mi espalda, seguramente era un corte de uno de los cristales que se encontraban alrededor, mi rostro estaba recubierto de barro, muchísimo barro y polvo que dificultaba la visión. Mi brazo derecho seguía sangrando por la herida de Misery.Misery… No lo había vuelto a ver desde el seísmo, no sabía que había ocurrido con el felino, y tampoco con mi madre. Debía buscarlos a ambos para regresar a casa.
Pero mi casa ya no estaba, estaba enterrada bajo millones de escombros, Yuriage ya no sería lo que era, ningún niño volvería a sonreír en los parques, ningún abuelo se sentará en los bancos de las calles principales, ninguna madre saldría a comprar, nada volvería a ser lo mismo, ni siquiera ninguna florecilla saldría en Primavera, los daños del seísmo y el tsunami serían irreparables, todas esas toneladas de escombros en los que se encontraban muebles, coches, paredes, ventanas haría que el suelo nunca más volviera a ser fértil.Yuriage ahora era el foco principal de la desolación, la tristeza, todos los recuerdos de sus habitantes yacían entre los resultados de la fuerza del mar.
Seguí andando calle abajo mirando de un lado para otro, oyendo los gritos incesantes de la gente viendo como sus casas estaban hechas añicos, las cañas de bambú o la madera que la sostenían estaban totalmente destrozadas.
Las casas de Yuriage eran muy frágiles, ya que al ser una zona altamente sísmica, las casas se hacían de materiales muy frágiles, por si sucedía una catástrofe de tal magnitud no les ocurriera nada a los ciudadanos y centrarse en el reforzado de la seguridad en los interiores de la casa. Pese a todas las medidas de seguridad, nada pudo reducir las consecuencias de la fuerza de la naturaleza.Poco a poco veía como el sol se iba escondiendo en el horizonte para dar paso a la peor noche que pasaría jamás. Sin compañía, ni cobijo.
Un rugido proveniente de mis tripas hizo que por un momento olvidara cualquier cosa salvo la imagen viva de mi madre en mi cabeza presente cada vez que cerraba los ojos. Había sido un día muy largo, había sucedido un montón de hechos en unas 3 o 4 horas, ya había perdido totalmente la noción del tiempo.
Decidí pasar a uno de los supermercados que había cerca de, hasta entonces, mi casa. La puerta se abrió automáticamente como de costumbre, pero no era un día como otro cualquiera. La gente estaba cogiendo todos los botes y latas de conservas, toda la leche, botellas de agua, cualquier suministro para más de una semana, con intención de no salir de casa hasta que hubiera pasado toda la catástrofe y se quedara como una horrible historia del pasado.
En la caja donde debería estar el dependiente había una enorme cesta hecha de cañas de bambú de un tono verdoso con un cártel de un tono ocre.
“Coge lo que necesites, paga lo que quieras”
No pude evitar asombrarme ya que dicha cesta estaba llena de dinero, de billetes pequeños y medianos, debería de haber unos 10000 o 20000 yens.
Y cada vez que la gente salía del supermercado, abría con rapidez la cartera y dejaba todo lo que llevara encima, no importaba si había pagado de más o de menos.
Mi madre siempre me decía que la sociedad japonesa era muy organizada, todo se basaba en ayudar a los demás, con paciencia y perseverancia, todo lo bueno que hicieras sería recompensado a su debido tiempo, comúnmente esto se llamaba karma.
Me adentré en el supermercado y cogí un brick de leche, ya que debía de guardarme ese dinero, seguramente tendría que buscar una cabina de teléfono o algún establecimiento para poder llamar y ver si mi madre estaba a salvo, o si la había perdido para siempre.Dejé el dinero correspondiente en la cesta y salí del supermercado, no sin antes ver como el dinero de la cesta seguía incrementando, sin que ni siquiera hubiera un dependiente o algún ayudante. Ahora mismo, todo el mundo intentaba por lo menos sobrevivir.
Seguí andando, calle abajo hasta encontrar un pequeño callejón al lado de un bar, por lo que me acosté en ese recóndito lugar viendo como una extensa columna de humo blanco se extendía sobre mi cabeza, proveniente de alguna central o alguna refinería cercana.
Y de repente, sin previo aviso, el suelo comenzó a temblar, de nuevo.