Las Cartas de Piteas
Prologo honorifico, por Lord Dremin.
Quizás antes de comenzar a leer este libro convenga aclarar algunos puntos.
Primero de todo, este libro no relata ficción alguna, todos los sucesos aquí recogidos relatan la verdad punto a punto, la vivencia de sus protagonistas es tan verídica como la del propio lector. Por este motivo este tomo tiene total rigor histórico y debe tomarse como inspiración, como muestra de lo mejor y peor que pueden dar de si todos los habitantes del cubico mundo en el que habitamos.
Sobre mi
Hay quien me llama anciano, pronto les hago comprender su error, muchos me llaman abuelo, eso me gusta mas, aunque acostumbro a hacerme el fuerte. Pero a estas alturas no engaño a nadie, estoy muy cerca de llegar a mi segundo centenario… eso es mucho hasta para un enano, y aunque mi aspecto físico sea fuerte y saludable, mi corazón esta viejo y cansado. Es muy probable que muchos de vosotros no conozcáis mi nombre ni mi historia. Soy Dremin, hijo de Loorm, y Rey del glorioso imperio enano de Braaäth, pueblo justo y noble donde jamás se negó cobijo a viajero alguno. Soy Primer Caballero de la Orden del Cubo, miembro del Gran Consejo de Pueblos Enanos y almirante de la armada naval de Server. Demasiada palabra, ya significa poco. Hoy soy un viejo enano gruñón que recuerda a un viejo amigo fallecido mucho tiempo atrás.
Lord Piteas
Maese Piteas, a quien fue otorgado el titulo de Lord por la Asamblea de Reinos de Server por sus valientes actos, tuvo una buena vida. Fue un hábil aventurero y un gran comerciante. Vivió bien, tuvo una gran familia, hijos y nietos, fue muy querido por familiares y amigos (y amigos tuvo muchos). Falleció a los 102 años, una vida sorprendentemente larga para un humano, rodeado por sus seres mas queridos y TODOS los Adm de server. Tras su muerte se declaró luto oficial en prácticamente todos los reinos de la Asamblea, fue declarado Caballero Honorifico de incontables hermandades y ciudades, fue nombrado Primer Cronista de Server, y yo perdí a uno de los pocos grandes amigos que me quedaban… vivir mucho es una maldición…
Toda historia tiene un comienzo
Piteas era de una familia comerciante prospera, no eran ricos, pero lo serian en un futuro. El mayor de 5 hermanos, desde pequeño siempre quiso seguir los pasos de su padre y ser un gran comerciante. Durante su infancia bebió de muchas culturas y conoció muchos pueblos y a sus gentes. Y, como sucede a veces, el destino se cruzo en la vida del joven Piteas. Y es aquí donde comienza mi relato.
Una fría mañana de primavera Piteas montaba su pequeño puesto en el mercado mensual de Edron. El ajetreo típico de cada mañana despertaba en una ciudad madrugadora y trabajadora. Era media mañana ya y Piteas había cerrado diversos tratos muy lucrativos, aunque dicen las malas lenguas que siempre arriesgaba demasiado. De pronto una acalorada discusión llamo la atención del comerciante. En un puesto cercano un vendedor discutía con un ofendido cliente. Piteas sintió curiosidad por el grosero tono empleado por el comerciante y se acerco a la disputa, donde se estaba empezando a formar una multitud.
“Maldito estafador, esto no es Redstone, es simple polvo rojo” rugió el cliente.
El vendedor con una suspicaz sonrisa dijo “El comercio no se hace responsable del materia dañado por el mal uso que le haya dado un paleto”
“¿Mal uso? ¿Paleto? ¡Esto es una vergüenza! ¡Voy a quejarme a la guardia!” dijo muy enfadado el cliente.
A Piteas aquello le olió muy mal, sabia sobradamente que la Redstone no se estropeaba de ninguna forma posible, pero sabia que allí su palabra no valdría nada, así que aguardó contrariado esperando ver como aquello terminaba. Momentos después un individuo vestido con una estrada túnica y unos curiosos lentes en la cabeza llamo la atención de Piteas.
“¡A la guardia voy a llamar yo por espantar a mis clientes con tus mentiras maldito campesino!” continuo el comerciante
“Sera posible… ¡Y encima he de ….” El campesino se corto en seco al acercarse el individuo de la túnica al puesto, tomar un poco del polvo rojo con la mano y examinarlo.
“Esto no es Redstone, nunca lo ha sido, ni lo será” dijo el extrae escupiendo un poco de polvo que se había llevado a la boca. “Esto es polvo de ladrillo. Devuelve el dinero a este hombre y vete de aquí comerciante o seré yo el que llame a la guardia.” Dijo en tono cortante el hombre de extraes ropajes. La multitud empezó a increpar e insultar al comerciante que precipitadamente devolvió el dinero al campesino y corrió a esconderse en su carro. Piteas se alegró de que aquel asunto terminara bien y regreso a su puesto para atender a un posible cliente que miraba unos retales de una brillante lana tejida de amarillo.
El resto del día transcurrió con tranquilidad a excepción del coro de improperios e insultos que se levanto alrededor del carromato del comerciante que huía con el rabo entre las piernas. Fue un día provechoso para Piteas pues cerro varios tratos por importantes cantidades de lana y trigo con un noble local. Al oscurecer Piteas se dirigió a la única posada de la ciudad, una enorme estructura de piedra y madera llena de solidas mesas de madera, una gran barra donde un orondo posadero daba ordenes a 3 camareras y un mozo, un gran hogar de cálidas brasas con un par de mecedoras donde sendos ancianos se mecían con suavidad, y un apartado donde una hermosa juglar cantaba la historia de la lucha entre Notch y Darth Lagg con una voz dulce y melodiosa.
A pesar de lo avanzado de la noche la posada tenia un buen ambiente y diversos parroquianos compartían sus bebidas mientras comentaban las anécdotas del día. Tras dar una rápida ojeada por la posada reconoció al hombre de extraños ropajes dando cuenta de un plato humeante con cara de evidente satisfacción. Piteas se acerco a la mesa y comenzó: “Buenas noches tenga buen hombre. Le ha dado una lección a ese estafador esta mañana en el mercado, mi nombre es Piteas y soy comerciante. ¿Le importa que me siente en su mesa?” Y sin esperar respuesta alguna, cogió una silla y sentándose en la mesa prosiguió: “he reparado en su túnica y ese artilugio que lleva en la cabeza, ¿a que se dedica si puedo preguntar?” Sin inmutarse el hombre dijo: “no soporto que un timador intente aprovecharse de un campesino por su ignorancia, es algo que me puede. Además, cualquiera podría haber visto que aquello no era Redstone. Y este artilugio, como le ha llamado, es un aumentador de visión. Sirve para ver cosas lejanas y se usa con un telescopio, soy astrónomo y me llamo Reshef”
Pasaron varios días y el mercado llegó a su fin. Piteas y Reshef charlaban ocasionalmente y compartían velada en la posada. Durante ese tiempo Piteas supo que el astrónomo viva en un observatorio no muy lejos de Edron y que tenia algunos conocimientos de medicina. Obtenía lo que necesitaba para vivir haciendo trueques y ofreciendo ayuda a las granjas cercanas. Acordaron partir juntos ya que el camino para ir a casa del astrónomo también conducía a las obras de una nueva ciudad llamada Urbanización Aspiresco, donde Piteas esperaba hacer un buen negocio vendiendo material de construcción.
Partieron por la mañana temprano esperando poder llegar a casa de Reshef en dos jornadas y esperando poder pasar la noche en alguna granja a cambio de algunas mercancías. Al salir de la ciudad pasaron cerca de la obra de la antigua catedral, destruida en una inútil guerra tiempo atrás. Mientras bordeaban la colosal estructura Piteas comentó: “he oído rumores acerca de avistamientos de zombis y otros seres extraños provenientes de unas catacumbas del antiguo templo”.
“Cuentos para asustar a los niños, nada mas, hace décadas que no se ve un engendro de esos en server. No debéis hacer caso a todo lo que escucháis maese Piteas” respondió Reshef.
“Supongo que tenéis razón y no serán mas que… Oh vaya….hemos encallado….¿Me ayudara a desatascar el carro? Tengo unas palas ahí detrás.“
Y realmente el carro estaba atascado, la rueda trasera derecha se había hundido en un profundo charco de barro. Comenzaron a cavar para poder sacar la rueda atascada hasta que de pronto el suelo cedió bajo sus pies abriéndose un enorme agujero que se trago el carro con su tiro, a Piteas y al astrónomo.
Reshef fue el primero en recobrar la conciencia, e inmediatamente se vio absorbido por una enorme oscuridad. Había anochecido ya y por el agujero se divisaban algunas estrellas. A tientas busco en su equipaje una antorcha para poder ver algo. Cuando la hubo encendido descubrió que el carro había aplastado a los 2 caballos de tiro y a su propio caballo con su peso. Piteas estaba tirado sobre un montón de pieles de vaca que habían amortiguado su caída y habían evitado heridas de consideración. Reshef miro a su alrededor intentando ver donde estaban y la sorpresa que se llevo fue mayúscula. Estaba en una cueva excavada, adornada con gravados en la piedra. Asustado corrió a despertar a Piteas zarandeándolo.
“¿Que ha pasado…?” dijo Piteas al despertar.
“El suelo ha cedido y hemos caído, hemos perdido los caballos y el carro” Dijo Reshef evidentemente asustado.
“No hay por que asustarse, nosotros estamos bien que es lo importante” Comento Piteas con tono calmado.
“No lo entiende maese Piteas… Tenia razón, las catacumbas son reales…” dijo Reshef alzando la antorcha e iluminando una parte de una enorme bóveda llena de grabados funerarios.
Piteas pudo recoger parte de si equipaje e hicieron mas antorchas con los restos del carro y del cargamento del comerciante. Totalmente desorientados como estaban se pusieron a caminar por uno de los muchos caminos que se abrían en la gran bóveda, sin indicaciones en ningún lado estaban completamente perdidos. A medida que avanzaban se adentraban mas i mas en la oscuridad. Al cabo de unas horas, eso les pareció a ellos, encontraron un cartel en muy mal estado en el que difícilmente se leía: “No perturbar a los muertos”. En cualquier otro momento este cartel habría sido motivo de broma o burla, ahora los dos viajeros se acercaron mas y continuaron caminando procurando hacer el menor ruido posible.
Pasaban por lo que parecían cámaras funerarias y se extrañaron al descubrir que estaban cerradas por recios barrotes de hierro. Continuaron sin pronunciar palabra durante un largo trecho hasta que Piteas susurro: “¿Habéis escuchado eso?” Reshef se detuvo a escuchar prestando atención al mas leve sonido y apreció claramente un sonido similar a un roce. Con mucha cautela dijo “Creo que no estamos solos…”.
“¿QUÉ?” gritó Piteas.
Reshef se apresuro a taparle la boca con la mano, y se comenzaron a escuchar pasos, arrastrar de pies y los inconfundibles gemidos que describen las historias de miedo. Los no muertos comenzaron a golpear los barrotes de sus tumbas en un desesperado intento por llegar a la ansiada carne que saciaría su eterna hambre.
“¡¡CORRED!!” grito Reshef mientras empujaba a Piteas pasillo adelante.
Corrieron hasta que tuvieron fuerzas sin saber a donde se dirigían, siguieron corriendo incluso cuando habían dejado de oír los ruidos, hasta que agotados tuvieron que detener su alocada carrera. Se encontraron en una zona iluminada, con antorchas recientes y bien atendidas, mas un silencio absoluto evidenciaba la soledad de aquel paraje. La estructura de las cuevas se había vuelto algo menos geométrica y porciones de roca natural asomaban tras los desgastados grabados.
Sin ninguna otra alternativa Piteas y Reshef se acercaron mas a la zona iluminada, donde había evidentes signos de que alguien habitaba allí, alguien vivo. Siguiendo el único camino que vieron acabaron llegando a una pequeña plaza, donde quedaron pasmados. Extraños seres cerdo, parecidos a humanos, habitaban aquellas cuevas. Parecían llevar a cabo sus quehaceres en silencio, ignorando completamente a los dos intrusos, incluso pasando a su lado sin dirigirles una rápida mirada.
Pero la calma nunca dura mucho y a lo lejos volvieron a escuchar el ruido de los no muertos aproximándose.
“No parecen hostiles, quizás podrían ofrecernos ayuda” comentó Piteas.
“Dudo que tengamos nada que ofrecerles a cambio, además muy posiblemente no nos entenderíamos. Debemos irnos de aquí, fíjate, todos van armados…” comento preocupado Reshef.
Y efectivamente, doradas y enormes espadas colgaban de las espaldas de todos aquellos seres. Y en ese momento unos zombis irrumpieron en la sala y atacaron a los seres cerdo mas cercanos. Ante los chillidos de auxilio de los heridos todos aquellos seres empuñaron sus espadas y atacaron sin piedad alguna a los engendros.
“¡AHORA PITEAS, CORRAMOS!” grito Reshef para hacerse oír por encima del fragor de la batalla, pues aunque bravos luchadores, los seres cerdo caían irremediablemente bajo las incontables oleadas de no muertos. Y Piteas no se hizo de rogar. Ambos reemprendieron la carrera esquivando seres cerdo, siguiendo lo que parecía una especie de avenida. Y tras varios tramos de escaleras y diversos recodos llegaron a una sección de cueva natural donde aminoraron el ritmo.
“¿Que es ese resplandor?” dijo Piteas
“No lo se maese Piteas, pero quizás sea mejor que la oscuridad” respondió Reshef adelantándose. Y en cuanto ambos giraron la ultima esquina una pesada losa de piedra cerró el pasillo tras ellos. Un abrasador calor azoto a los dos compañeros, un pesado olor azufre les hizo taparse las caras. Si existe algún infierno era ese lugar. Ríos de lava, roca roja como la sangre, brillante piedra colgando del techo de la cueva.
Y un lamento, agudo… penetrante…
Totalmente aterrado Piteas susurro a Reshef “Tenemos que salir de aquí como sea, parece que las leyendas no son tan leyenda y se supone que aquí habita el mas terrible de los seres… Ghasty…” Como para confirmar las palabras de Piteas el agudo lamento se repitió creando eco que reverberaba por la cueva. Tras una pared apareció un gigantesco ser de color blanco fantasmal, con tentáculos colgando bajo él, y un libido rostro de crueles rasgos. Esta visión saco de su ensimismamiento a Piteas que estirando de Reshef le gritaba “¡¡¡¡CORRED ASTRONOMO POR VUESTRA VIDA!!!!”
Y la criatura abrió sus enormes ojos, dos ascuas brillantes en aquel blanco rostros, y abrió una enorme boca carente de diente alguno, profunda como la boca de un volcán, y por ella escupió una enorme roca ardiente que se estrello donde momentos antes se hallaban Piteas y Reshef. La criatura no volaba especialmente rápido pero los dos compañeros no le conseguían ganar distancia por lo abrupto del terreno y los enormes ríos de lava.
Tras una breve huida divisaron un pequeño mausoleo, medio derruido, donde decidieron refugiarse. No había sepultura alguna, ni esculturas, ni gravados, ni placas conmemorativas. Solo un cofre de hierro, cerrado con un simple pestillo. Y ante la espantada mirada de Piteas, Reshef se dirigió al cofre.
“No lo hagáis, ¿estáis loco?” gimió Piteas.
“¿Acaso tenemos mucho mas que perder?” contesto resignado Reshef.
Comprendiendo los motivos de su compañero, Piteas también se acercó al misterioso cofre. Al abrirlo una bocanada de polvo cubrió la estancia y una visión de oro y joyas les produjo un momentáneo estupor. Estupor que una explosión en la entrada del mausoleo interrumpió instantáneamente. De vuelta a la realidad no había joya alguna en aquel cofre. Solo restos de papel podrido, telas raídas y dos pesados estuches de cuero, en sorprendente buen estado.
Contenían un hermoso arco de oscura madera y un antiguo mosquete de dos cañones con intrincados gravados, de evidente manufactura enana. ¡Armas! Y en el momento más preciso… dicen que la fortuna sonríe a los que la buscan, también dicen que el destino traza caprichosos giros en sus planes pues había flechas abundantes, pólvora seca y balas de acero.
“Comerciante, no podemos matar a esta criatura si lo que sé es cierto, pero si la derribamos podremos huir, pues se dice que en este ‘infierno’ hay un camino de salida a la superficie. Al principio pensaba que eran solo leyendas. Nunca mas cometeré ese error” dijo Reshef con determinación.
“Si no hay otra salida lucharemos lo bien que podamos” sentenció Piteas.
Asomándose a la entrada al mausoleo divisaron al monstruo y Piteas comenzó a atacarle en la distancia. El ser tenia mala puntería, pero con un solo disparo que acertase acabaría con la vida de los dos compañeros. Varias veces fragmentos de roca ardiendo alcanzaron a uno u otro, creando feas heridas y graves quemaduras. Y cuando el techo del mausoleo desapareció derribándolos a ambos perdieron toda esperanza. La criatura apareció por sobre la destrozada estructura y …. Un estruendo similar a un trueno surgió del mosquete, que no había sido utilizado hasta ahora. Un gemido de dolor surgió de Reshef mientras la criatura se desplomaba con un imponente agujero donde antes se hallaba el ojo derecho.
“¿Estas bien?” pregunto Piteas
“Esto tiene demasiada potencia…” gimió Reshef “creo … que me he dislocado el hombro…” “La salida debería estar hacia allí” dijo el astrónomo señalando un lugar cercano con el brazo sano ” salgamos de aquí de una vez…”
Piteas recogió el arma y ayudando a Reshef a andar se encaminaron al punto indicado por el astrónomo. Efectivamente tras unos escombros había una desgastada escalinata que se perdía en las alturas.
El sol estaba alto cuando alcanzaron la superficie. Rendidos se desplomaron sobre la hierba que cubría un pequeño prado.
Piteas rodo sobre si mismo y se giró hacia Reshef, y tendiéndole la mano le dijo:
“Ha sido un autentico honor conoceros Reshef”
“El honor a sido todo mío maese Piteas, todo mío…” respondió Reshef estrechando la mano del comerciante con su mano buena.