Bueno aprovecho este rinconcillo para poner un relato que creé yo misma. Espero que os guste y acepto vuestras críticas con gran gusto
La niebla cubría toda la playa y solo se escuchaba el rugir de las olas al chocar estrepitosamente contra el acantilado. Estaba sola tirada en la playa con su pensamiento centrado en él antes de exhalar su último aliento cargado de amor…
Me llamo Kate y supongo que tendré sobre veinte años ya que soy huérfana. No sé nada de la familia que me abandonó a mi suerte una mañana de diciembre en aquel orfanato que más bien parecía una mansión fantasma. Mi vida transcurrió entre oscuros callejones, entre violadores y asesinos, pero también entre buena gente. Pronto conocí a un viejecito un poco huraño pero de un corazón enorme. Él me cuidó hasta el día de su muerte hace un mes. Me enseñó como sobrevivir sola en la calle y como defenderme, aunque no hablábamos mucho comprendí lo que significaba la palabra cariño y familia.
No sé que hacer con mi vida, quiero buscar un trabajo y ser una persona con lujos como una ducha caliente o una taza de café, pero sé que nunca me aceptaran en un trabajo por las pintas que llevo. ¡Bendita sociedad! No puedo comprender como se regocijan con ayudas a los que más lo necesitan si al final lo que se reciben son golpes y malas palabras de los que se llaman a si mismos “buenas personas”.
Veo como se acerca una sombra y me quedo inmóvil. Nunca se sabe quien o que puede ser y hay que tener los sentidos alerta en busca de algún movimiento extraño. Poco a poco fui distinguiendo la cara de aquel extraño que se acercaba a mi con pasos lentos pero seguros. Se trataba de un joven con pelo castaño claro y ojos verdes. Se acercó un poco más al ver que yo no daba signos de querer defenderme y se sentó a mi lado con las piernas entrecruzadas.
- Bonita noche de primavera, ¿no?
No sé que pretende con esas palabras y tampoco me molesto en contestarle, lo mejor es no hablar con nadie, no confiar ni en tu sombra. Al ver que no contesto sigue hablando. Se llama Jarrod y tiene veinte años aunque en verdad aparenta muchos más. Se escapó de su familia hace un año porque querían obligarlo a casarse con una chica de familia rica para poder cumplir sus sueños.
De repente dejó de hablar y reinó el silencio entre los dos. Lentamente giré la cabeza hacia él al ver que me observaba. ¡Que ojos tan profundos! Parecían sacados de un libro de fantasía en los que se escribe con adjetivos exagerados. Me quedé asombrada por unos instantes hasta que refunfuñé de malas maneras y se echó a reír.
Fue sacándome las palabras una a una y sin prisa como si se interesara por mi o por mi vida. Le di un voto de confianza y me puse a hablar sin parar hasta no tener nada más que contar. Fue entonces cuando se levantó me dijo un “hasta mañana” y se fue tal y como vino. Pronto concilié el sueño rendida por el cansancio de hablar durante tanto tiempo sobre mi vida y con la esperanza de volver a hablar con Jarrod.
El día amaneció tranquilo con el canto de los pájaros que se posaban en el árbol más cercano. No podía sacarme a aquel chico de la cabeza por más que lo intentara. Pronto me decidí por dar un pequeño paseo alrededor de la manzana sin meterme en calles bulliciosas llenas de gente.
Era pronto para ver a gente saliendo de sus casas con caras de aburrimiento al saber que tenían que asistir a un trabajo que no querían o llevar a sus hijos al colegio. Y fue allí en aquella calle cuando lo vi acercarse por segunda vez, despacio como si su tiempo fuera infinito o como si quisiera disfrutar de aquella mañana clara. Los nervios empezaron a actuar sobre todo mi cuerpo creando una sensación de inseguridad indescriptible.
Nos acercamos y nos quedamos en silencio hasta que él tomó la palabra y me abrazó mientras me susurraba al oído un simple “hola”. Me quedé petrificada por un segundo. ¿Cómo iba un chico a abrazarme de aquella manera si hacía poco tiempo que nos habíamos conocido? ¿Por qué no paraba de pensar en él y me asaltaban los nervios cada vez que lo miraba a los ojos? No tenía respuestas para esas preguntas, simplemente sabía que era algo realmente extraño pero bonito a la vez.
Me propuso dar un paseo con él y no pude negarme, en realidad era lo que llevaba deseando desde que nos despedimos la otra noche. Fuimos caminando lentamente hablándonos, mirándonos, una complicidad que no había tenido con nadie en mi vida, algo que me hacía sentir viva por primera vez.
Acabamos en un parque y nos dirigimos a un banco para ver como la ciudad se despertaba de la noche y volvía a la rutina como todos los días. Confiaba en él y se lo hice saber como pude, intenté explicarle como me sentía y lo que me aportaba su presencia. Había entrado de una manera sigilosa en mi vida pero sentía como si lo conociera de toda la vida. Sabía como tratarme, como hacerme reír y como sacarme las palabras sin preocuparme de nada más que de él.
Quería abrazarlo, lo necesitaba pero tenía miedo de que él no quisiera hacerlo, así que me armé de valor y se lo pregunté directamente. Nos miramos fijamente a los ojos y sin venir a cuento se echó a reír y me abrazó. Pasamos todo el día juntos de un lado para otro, riéndonos, abrazándonos, y pronto llegó el atardecer, una vuelta a la noche para volver a la rutina al día siguiente.
Como la anterior noche, en vez de despedirnos con un abrazo solo fue capaz de murmurar “hasta mañana Kate”. Tanto cariño que me había ofrecido para que ahora se vuelva frío como una piedra. Me dejó allí sola y vi como se alejaba. Tenía esperanzas de verlo al día siguiente y poder demostrarle todo el cariño que sentía. Ojala pudiera decirle un simple “te amo” a pesar de conocerlo desde hace poco. Sentía que era mi alma gemela, como una sombra que había vivido todos estos años conmigo y ahora salía a la luz para enseñarme a amar.
Me senté en el suelo de mi oscuro callejón para poder descansar un poco, pero mis pensamientos seguían centrándose en él, me sentía como en una nube. Dejé que pasara el tiempo con la intención de quedarme dormida pero me fue imposible, así que decidí ir a dar una vuelta.
Me alejé rápidamente de las calles más conflictivas donde sabía que seguramente me metería en algún problema y acabé en la playa cerca de un enorme acantilado iluminado por la luz de un pequeño faro.
La niebla cubría la mayor parte de la arena pero decidí sacarme los viejos zapatos que llevaba puestos y sentir como cada grano de arena se deslizaba entre mis dedos. Me sentía cómoda en aquel entorno de intimidad y lentamente fui acercándome más al mar hasta quedarme en la orilla. Dejé que un poco de agua fría rozara suavemente mis dedos y me estremecí. De pronto escuché un ruido seco procedente de mi espalda y unos pasos que me sonaban familiares. Me giré y lo vi. Entre la niebla pude distinguir sus ojos verdes que se acercaban rápidamente hacia mi. Me alegré de verlo y le dediqué una sonrisa, pero su cara estaba seria y no mostraba sentimiento alguno.
Se acercó un poco más a mi y fijó sus ojos en los míos. Sus labios entreabiertos se acercaron a mi boca y pude sentir que me quería a través de aquel beso. Me quedé muy sorprendida, no sabía que decirle. Me abrazó y me susurró dos palabras; “lo siento”.
En ese instante sentí un dolor desgarrador en el pecho y vi como el filo de una navaja entraba en mi piel mientras por su cara corría una lágrima. Las piernas me temblaron y me desplomé en el suelo como si ya no tuviera vida. Se agachó a mi lado y empezó a hablarme…
- Era lo que debía hacer, mi tarea. Los dueños del orfanato me pagaron para seducirte como pudiera y matarte sin contemplaciones. Eras un cuerpo para poder experimentar posibles curas contra el cáncer y tenían miedo de que alguien les robara una porción de sus esfuerzos. Aquello no se puede llamar orfanato, más bien mansión de experimentos.
Sin más dilación vi como se levantaba y se marchaba mientras me dejaba moribunda en la orilla de la playa. No lo culpaba, solo me había enseñado el significado de la palabra amor.