Preludio
Dicen que los pioneros son una extraña mezcla de curiosidad, habilidad y suerte. Los más grandes descubrimientos siempre han ido acompañados de una intuición, un rumor infundado que guía los corazones de los hombres hacia aventuras insospechadas en pos de un sueño que a primera vista parece inalcanzable.
Sucedió en el quinto día de mi éxodo particular. Mis pies me habían llevado a la ciudad pirata de Ravenhold aquella misma mañana y en esos momentos me encontraba disfrutando de una jarra de cerveza bien fría en una de las cantinas locales. Los foráneos del lugar estaban entretenidos en sus propias historias, relatándose las maravillas que habían encontrado o los lugares que iban cartografiando en sus distintos viajes a lo ancho de aquella tierra aún inexplorada. De todas ellas, una me llamó poderosamente la atención:
―¿Acaso me estás llamando mentiroso? En mi vida me han llamado de muchas formas, pero nunca en mi vida he contado algo que no fuera verdad. Así que retíralo ¡La Bahía de la Luna existe y puedo demostrarlo!
El olor a alcohol era evidente incluso desde mi mesa, pero algo en la mirada de aquel hombre me incitó a creer sus palabras. Como uno de los primeros moradores de la Bahía del Sol, había encontrado ciertos indicios entre sus profundas cuevas, descripciones vagas en un idioma ancestral que me era desconocido y que contaban retazos de la historia de un lugar gemelo al que me había asentado. Incluso a veces, cuando me ponía a contemplar el horizonte desde mi hogar, podía ver un inusual brillo hacia el oeste, justo por donde la Luna se ocultaba.
No me costó convencer a aquel hombre para que siguiera hablando. Un par de cervezas y ya estaba cantando todo lo que quería saber.
―Usted me entiende ―Dijo mientras se servía la quinta jarra de la noche― no es como esos cabrones que sólo buscan hacerse más y más ricos. Usted es como yo: quiere ver cosas, encontrar sitios donde nadie haya estado antes, ¿verdad? ¡Camarero, otra cerveza!
―Decía usted que había encontrado una pista sobre la ubicación de la Bahía de la Luna. ¿Cómo sé que no es una leyenda como otras que circulan por estos lares?
El hombre me miró por unos instantes, analizándome como si me hubiera visto por primera vez. Luego continuó con la historia:
―¿Conoce usted la historia completa? No las numerosas variantes que corren por ahí, si no la verdadera.
―No, creo que no.
―Deberíamos pedir otro par de jarras entonces ―Dijo solemne―. Esto llevará un tiempo.
Dice la leyenda que mucho antes de que el primer ser humano llegase a Minecraft, mucho antes incluso de que el primer creeper caminase sobre la superficie de estas tierras, la Luna esperaba un hijo. La alegría en la bóveda celestial era infinita, pues se creía desde hace mucho tiempo que la protectora de la noche era estéril. Así pues todos los planetas esperaban con impaciencia aquel esperado nacimiento y así ver la cara de aquel infante que, de ser como la madre, iluminaría el resto del universo con su belleza.
Pero incluso entre tanta bondad siempre hay algo como contrapartida. Un ser oscuro cuyo nombre real no voy a mencionar (muchos le nombran “Darth Lag”, así que usaré ese nombre) llegó de los confines de la sopa primigenia que sustenta el universo bajo una falsa apariencia. Tras su disfraz de vagabundo estelar engañó a todos los cuerpos celestiales allí presentes y consiguió una recepción privada con la Luna para ofrecer sus bendiciones. Ella, ignorante de la eterna maldad que poseía aquel ser, dejó que éste tocase su vientre para notar las patadas de la criatura. El aura maligna de aquel ser infectó a la criatura, haciendo que muriese a los veintiocho días. Para cuando los demás advirtieron la causa de aquel mal, el horrendo ser había huido hacia la oscuridad.
A pesar de los esfuerzos por animar a la Luna, no había consuelo para una madre que había perdido a su hijo. Sangrando del dolor más puro que se pueda imaginar, la Luna se refugió en una bahía apartada y no dejó que nadie se acercase durante su luto riguroso. El resto de planetas, sabiendo que nada podían hacer para aligerar la carga de aquella desgracia, decidieron crear un santuario de belleza inigualable en honor al bebé, para que así su corta existencia nunca fuera olvidada. Pusieron toda su alma en ingeniar las estructuras más impresionantes y originales de la Creación para hacer justicia al amor que sentían por su compañera, para que ella viese que nunca estaría sola.
El resto es historia. La Luna volvió a salir por las noches pero nunca fue la misma. Y dicen que, si eres lo suficientemente habilidoso como para seguir la pista de su recorrido, la encontrarás escondida durante el día en su refugio personal, llorando por aquel niño que nunca llego a nacer…
El hombre terminó su historia con una pausa teatral para digerir el drama. Luego, cuando ya sólo quedaban los culos de las jarras por beber, sacó de entre sus pertenencias un desgastado mapa.
―Me costó mucho conseguir este trozo de tela. Perteneció a uno de los viejos guardianes de la bahía, cuando los humanos aún éramos merecedores del privilegio de custodiar esa zona. Antes de entregármelo me advirtió de que sus maravillas permanecerían ocultas a los ojos extranjeros, y que sólo alguien que viva en paz podría descubrir poco a poco toda la belleza que esconde. Quédatelo tú, yo estoy muy viejo para tamañas empresas. Tan sólo prométeme que, cuando lo encuentres, volverás para contarme lo que tus ojos hayan visto.
Lo hice. No perdí ni un instante y al amanecer ya estaba viajando hacia aquel paraíso. Gracias a portal Inc, en unos instantes llegué al lugar más cercano construido por la humanidad, un asentamiento todavía joven llamado Nuevo Imperio. El resto fue una travesía de casi dos semanas hacia el noroeste, evitando a los siempre molestos mobs y refugiándome cuando la noche cernía sus peligros sobre mí. Y al final lo encontré, un lugar tan apartado que linda con el borde del mismo mundo. Construí un modesto refugio en la ladera de una montaña y ahora me dedico a la meditación, buscando la paz conmigo mismo y con el propio mundo, esperando tranquilamente a que las distintas maravillas aparezcan, para que así pueda cumplir la promesa que le hice a un viejo hombre honrado.
pero el otro día estaba en el Garfio Dorado y había dos tipos vestidos con harapos y barbas ralas, muy desaliñados, y por lo que creí entender estaban hablando de robarte tu barco... ten cuidado