La evolución del hombre hasta el momento que se conectó a Internet ha sido acojonante. Han hecho falta millones de años para que abandonase el mar y evolucionase muuy lentamente hasta empezar a andar sobre sus dos piernas, y muchos muchos más años para que empezase a usar herramientas y empezase a evolucionar hasta el Hombre tal y como se le conoce hoy día. Tiempos difíciles para el hombre que vivía en cuevas y se enfrentaba a un mundo hostil y lleno de peligros. El descubrimiento del fuego, la agricultura, las primeras técnicas de construcción avanzadas, el nacimiento de las ciudades, su lucha constante contra enfermedades, guerras, cataclismos naturales, le valieron la entrada al mundo moderno donde no dejó de escudriñar e investigar, descubriendo finalmente la escritura, los misterios abstractos de las matemáticas, la astronomía... las leyes de la física, la química, y muchas más materias. Y luego alguien descubrió la electricidad, la revolución industrial, los primeros vehículos... el mundo de la transmisión de ondas por el aire, la llegada del televisor, la radio, etcétera. Y en un compendio del saber de tanta investigación, el primer ordenador, todavía muy rudimentario pero capaz de procesar cálculos que al hombre se le escapaban. La llegada del ordenador al ámbito doméstico... y por fin las primeras conexiones entre ordenadores, primero a pequeña escala, luego un poco más, tejiendo poco a poco una red de comunicaciones por todo el planeta que hoy conocemos como Internet, auténtica Biblioteca de Alejandría y Guardián del saber humano, summun de la evolución del hombre tras millones de años de dura y esforzada evolución; y en ese pináculo del conocimiento... esa herramienta prodigiosa que costó el esfuerzo conjunto de millones y millones de generaciones... viene uno... y grifea.
No sé si las cosas han cambiado tanto desde los tiempos de la ameba. No seas ameba: no grifées.