Mi história (Cuidado: ladrillo!)

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Deagol
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Registrado: 28 Oct 2010, 23:39

#1

ADVERTENCIA:

Este escrito es fruto de una tarde de gripe encerrado en casa y sin nada mejor que hacer. No ha sido escrito con la intención de compartirlo, si no simplemente para pasar el rato, pero una vez acabado, he pensado... ¡Que se jodan!  ;D
(Hay gente que cuando se aburre hace macramé o punto de cruz, y a mí me da por escribir chorradas, que pasa?) Aviso: Un consumo excesivo puede tener efectos laxantes. ¡Avisados quedáis!

Esta "pequeña" historia pretende narrar mi relación corta aunque intensa con un fabuloso juego llamado Minecraft.

No recuerdo cómo descubrí su existencia, probablemente fue durante una de mis largas sesiones de navegación errante por la red. Mientras vagaba por páginas afines a mis intereses, saltando de un enlace a otro, y acumulando pestañas en el navegador, a la espera éstas de ser leídas.

Por aquel entonces Minecraft empezaba a despuntar cómo fenómeno de culto dentro de las esferas del mundo de los videojuegos. Pese a su vetusto aspecto, y a la poco cuidada calidad de su página web, enseguida consiguió atraparme.

No fue el modo creativo, donde la infinidad de materiales disponibles sin ningún esfuerzo lo convertían en un juego sandbox sin más aliciente que construir "ad infinitum", ni tampoco fue el multiplayer el que me enganchó, en el que me sentía desbordado por la inmensidad de las ciudades y sus colosales construcciones.

Fue el modo single player el que me cautivó. Esa sensación al iniciar el primer mapa no la olvidaré. El estar solo frente a la inmensidad del mundo, sin nada más que mis manos desnudas para enfrentarme a él. Y la apremiante sensación e intranquilidad producida por el paso del tiempo, ver el sol deslizarse lentamente pero sin pausa por el cielo, indicándome a ciencia cierta que tarde o temprano se haría de noche... ¿Y entonces? ¿Que sucedería durante la noche?

No tardé demasiado en hacerme con los controles del juego, en recoger mis primeros bloques de tierra y madera, con los que construí un apresurado refugio a escasos metros de la orilla de un gran lago, en la falda de una pequeña colina, una loma más bien, allende la cual podían verse una cordillera de altos riscos y paredes verticales de roca desnuda, con unos imponentes árboles en sus cimas, que en conjunto daban la impresión de ser una infranqueable muralla.

Apenas había conseguido crear mis primeras y rudimentarias herramientas de madera cuando sin previo aviso sobrevino la noche. en pocos momentos la oscuridad lo envolvió todo por completo, y sin una mísera antorcha que me iluminase corrí a mi refugio y sellé la entrada.
Eternos se me hicieron los siete minutos que duró la noche. Ruidos extraños y sombríos, y el ir y venir de tétricos lamentos me sobre sobresaltaron continuamente. Sin embargó, la noche pasó y aunque no vi el alba del nuevo día, encerrado cómo estaba en mi refugio, el cese de los extraños sonidos y los ruidos del ganado me convencieron de que ya era de nuevo seguro salir fuera.

Así, con la convicción de que un puñado de bloques de tierra me protegería al caer la noche, y armado con el valor que pueda proporcionar una espada de madera decidí aventurarme a explorar el mundo, al menos hasta donde la vista permitía alcanzar.

En mi primer viaje crucé verdes colinas y escarpadas montañas en las que a menudo tuve que excavar escaleras en sus frías paredes de roca para poder avanzar, lagos de todos los tamaños y espesos bosques se cruzaron en mi camino, e incluso me aventuré a explorar alguna pequeña cueva a los pies de un risco.

Durante varios días vagué por el mundo sin mas objetivo de aprender de todo lo que encontraba en el camino. Descubrí algunos de los diversos materiales de los que conforman el mundo: Roca, tierra, arena y grava. Con la madera y el carbón  pronto aprendí a crear antorchas, y la roca me ayudó a construir mejores herramientas. Descubrí como fabricar cristal, y baúles para almacenar mis pequeños tesoros, y a cosechar cereales para hacer pan, y cómo cocinar la carne para mantenerme sano.

Con luz durante la noche y mejores armas empecé a aventurarme a salir en las horas de oscuridad, así pude poner nombre a todos los peligros que sabía que acechaban en la noche. Los zombis, pese a su lento caminar podían ponerme los pelos de punta con sus lamentos. Las arañas atacaban por sorpresa con sus ojos refulgiendo en la noche (y durante el día!) y las certeras flechas de los esqueletos eran capaces de matar en pocos segundos hasta al explorador más avezado, dejándome únicamente con la posibilidad de huir.
Sin embargo, el peor de todos los enemigos aún estaba por revelarse...
Tal vez fuera suerte que aún no me hubiese topado con él, pese a ser capaz de vagar bajo la luz del sol, cosa que no pueden hacer zombis ni esqueletos. Hablo de aquel que se desliza silencioso tanto de noche cómo de día, y cuya presencia sólo adviertes cuando ya es demasiado tarde. Finalmente lo conocí, al Creeper, el mas temido de cuantos seres habitan en Minecraft, se convirtió pronto en una pesadilla. En una sombra constante al acecho detrás de cada árbol o roca, o al menos así lo veía mi subconsciente.

Todo esto me llevó a plantearme crear un pequeño asentamiento. Un lugar al que poder volver cuando oscureciera, y que me serviría de base y refugio en el que pasar las horas nocturnas a salvo de cualquier amenaza externa. Una vez dominada la luz y el fuego podría crear incluso un pequeño jardín dónde cultivar algunas plantas y sobre todo, empezar con un proyecto que llevaba varias jornadas rondándome por la cabeza: una mina!

Y así hice. Durante uno o dos soles busqué un buen asentamiento, y lo encontré.
Se trataba de una pequeña hondonada, flanqueada por dos riscos de escasa altura, pero de paredes verticales, que los convertían en perfectas murallas para el que sería mi nuevo hogar. A pocos metros, había un pequeño estanque que me permitiría abastecerme de agua para el riego, y de arena para el cristal. Y el mar tampoco andaba lejos, apenas un par de cientos de metros.

Así que empecé mi refugio excavando en una de las montañas, y lo fui ampliando y mejorando progresivamente, allané el terreno colindante y creé el huerto y una pequeña plantación de árboles, que cuidadosamente replantados en cada ocasión me mantenían provisto de madera en todo momento.
Iluminé mis tierras convenientemente y las vallé para evitar que las criaturas nocturnas pudieran sorprenderme durante las horas de oscuridad.
Pronto el ganado corría abundante por mis pequeños campos, sabiéndose seguros de cualquier peligro!

Así, bajo la tranquilidad de mi nuevo y acogedor refugio empecé a excavar.

Cavé y cavé hasta llegar a las entrañas del mundo, las minas se ramificaban cientos de metros en todas direcciones, y allí descubrí nuevos materiales. Abundaba el hierro y el polvo rojo, cuya utilidad aún desconocía. Encontré oro y diamantes, y obsidiana , la cual no fui capaz de extraer del lecho de roca y lava.
También me aventuré a explorar vastos sistemas de grutas subterráneas en las que nunca había brillado la luz del sol, y me enfrenté a numerosos enemigos con mis ahora metálicas armas y herramientas.

Y así, durante semanas extraje de la tierra material suficiente para acometer cualquier construcción que pudiese pasárseme por la cabeza.
Hacía tiempo ya que mi casa se había quedado pequeña pese a que entonces tenía ya varios pisos de altura y un vasto sótano dónde se almacenaban los materiales que tanto tiempo me había llevado extraer.

Por aquel entonces, sabiéndome poseedor de un buen almacén de materiales, decidí ir en busca de un nuevo asentamiento. Un sitio dónde construir una nueva morada acorde con mi riqueza.

A medio día a pié de mis tierras encontré, frente la costa, una isla que se alzaba una docena de metros por encima del nivel del mar. Su tamaño me permitirían construir hasta un castillo! Y así empecé.
Dedique varios días a allanar el terreno de la parte superior, y después otros tantos en traer materiales desde mi preciado almacén.

El castillo tendría cincuenta metros por cada lado, y al menos cuatro pisos de gran altura.
Su construcción avanzó a buen ritmo, y al poco tiempo ya disponía de varios pisos, totalmente recubiertos en madera, con opulentas chimeneas y decoraciones. Grandes ventanales iluminaban las estancias de día y permitían que creciesen varios jardines interiores, incluso con algún árbol.
Desde la primera planta, una escalera de caracol descendía hacia el interior de la isla, donde un muelle cubierto permitía entrar y salir en barca cómodamente del castillo.
Un puente de bellos arcos cubría el trecho entre la isla y la costa y permitía el acceso a pié.
Ésta nueva morada tenía todo lo que se pudiese desear, pero a pesar de eso, seguían siendo frecuentes mis viajes a mi antigua casa, que ahora se había visto relegada a una mera casa de campo. Un lugar dónde pasar un par de días de vez en cuando, para relajarme de las tareas de construcción del castillo y dónde dedicarme a cultivar un poco la tierra.

Fueron estos viajes ocasionales los que pese a no haber terminado aún con la construcción del castillo me empujaron a emprender otra obra arquitectónica: el gran canal.

Este canal acuático tendría tres cubos de agua de ancho, y me permitiría desplazarme entre mi casa de campo y el castillo de manera cómoda, rápida y segura.
No serían pocos los obstáculos a sortear, pues ambas residencias se encontraban a diferentes alturas, y varias cordilleras se interpondrían a mi camino. Y aún así emprendí la construcción.

A los pocos días, grandes tramos del canal discurrían ya por la tierra en algunos sitios, y cómo altos acueductos en otros lares. Ideé poderosos ascensores de agua que me permitían salvar las diferentes alturas de la orografía y a la vez, hacían algo más entretenido el trayecto.
En esos días, ya había agotado hacía tiempo mis antiguas reservas de mineral, tan arduamente obtenidas en mis jornadas de minero, así que me vi en la necesidad de crear una cantera a cielo abierto en las cercanías de la orilla frente al castillo.

De esta manera alternaba los días de construcción del castillo con los del canal, pues ambas obras estaban a punto de ser terminadas.
El canal me permitiría viajar en pocos minutos entre mis dos feudos, y el castillo sería mi opulenta morada, dónde hacer transcurrir mi vida en el juego, sin que nunca más me faltase espacio o comodidades.

Y sin embargo, ése sueño quedó incompleto.

Deagol
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#2

CONTINUACIÓN:

Me encontraba un día atareado con el canal, que calculaba poder acabar aquella misma jornada, pues apenas unas decenas de metros separaban las obras con mi casa de campo. Ya lo tenía todo pensado: El canal entraría por un lateral del segundo piso de la casa, a través de un gran arco de piedra, para llegar a una pequeña piscina artificial, con un muelle para los botes.
Ya me veía realizando el viaje inaugural cuando sobrevino la desgracia...

El juego se colgó.

Nunca antes lo había hecho, y eso me preocupó sobremanera. Intenté rápidamente volver a entrar en mi partida, pero ésta se había corrompido y el juego daba error.
Desesperadamente empecé a pensar que podría hacer! No podía permitirme perder semanas y semanas de duro trabajo!

Entonces se me ocurrió una idea. Casi ni me acordaba del sistema de copia on-line que había empleado hasta la fecha.
Al usar habitualmente varios ordenadores, un Mac de sobremesa y uno portátil, así cómo un PC ocasionalmente, había encontrado la manera de mantener mi partida disponible desde todos ellos, mediante Dropbox.
Mis partidas guardadas quedaban almacenadas en la carpeta local de Dropbox en cada ordenador, y cada pocos minutos éstas se actualizaban en el servidos en la nube del sistema.
Así que raudo corrí a arrancar el cable de red del portátil, con la esperanza de que aún no se hubiese producido la sincronización, y que de ésta manera, la partida guardada en la red siguiese intacta.

Con el sobremesa intenté entrar a mi partida y ¡Cual fue mi alegría al ver que el juego la cargaba!
Entré en la partida, y me encontré en medio de un lago. En seguida reconocí el lugar, pues una pequeña columna con una antorcha en la punta sobresalía en el centro del agua, indicando el camino a pié entre el castillo y mi casa.
En ese momento me pareció raro haber aparecido en tal sitio, teniendo en cuenta que hacía días que no pasaba por allí, pero la ilusión de haber recuperado mi mundo desvió rápidamente mis pensamientos hacia otras cosas.
Corrí hacia el castillo lo más rápido que pude, con la ilusión de finalizar la obras, pero al cruzar la última colina, cual fue mi sorpresa...

El castillo que esperaba encontrar no fue lo que vi. Sobre la isla se alzaba lo que indudablemente fue mi castillo, pero... estaba roto. Faltaban muros por doquier, y algunas estructuras colgaban incompletas en el aire.
De hecho, la mitad izquierda del castillo casi había desaparecido, cómo si una bomba hubiera estallado en ese lado.
Todas las salas interiores se habían quemado por completo, pues al parecer alguna de las chimeneas, al desaparecer la piedra que las protegían incendió la madera que recubría las estancias y el fuego se propagó.
Y el canal... Había desaparecido. Los primeros diez metros del mismo sobresalían de un lateral del castillo, y el agua que contenía se vertía en una pequeña cascada al mar.

Corrí hacia mi casa de campo, resiguiendo el camino que, según mi memoria, había ocupado el majestuoso canal. A mitad de camino encontré un tramo del canal de unos veinte metros flotando en el aire, vertiendo agua por ambos lados sobre el terreno de abajo. Seguí corriendo, y finalmente llegué a la casa, pero ésta no estaba en su lugar.
Dónde antes había estado la construcción ahora no había más que ruinas.
Parecía poco más que los escombros de una de las primeras versiones de la casa.
Me dio la sensación de que todo cuanto creé en el juego fue víctima de una maldición.

Durante varios soles vagué por las ruinas de lo que antaño fue mi feudo, construido con gran esfuerzo y dedicación, intenté visualizar las obras que serían necesarias para repararlo todo, pero una sombra de desánimo crecía en mi interior a medida que me daba cuenta de cuanto me había costado construirlo todo, y finalmente... desistí.

Y borré el mapa.

Decidí empezar de nuevo, volver a sentir la emoción de la primera noche; la acuciante necesidad de construir un refugio improvisado, y el sonido de las herramientas de madera contra la dura piedra el primer día.

Con esa idea en mente inicié una nueva partida y exploré el mapa durante varias jornadas hasta que, casi por casualidad, mientras subía por la ladera de una escarpada montaña, descubrí el emplazamiento ideal.

Desde el alto risco se vislumbraba un pequeño y frondoso valle circular, rodeado de altas montañas con exóticas formas, que invitaban a construir casas en sus laderas y a tender puentes entre ellas. Había varios estanques entre las arboledas. Y reinaba una paz allí que nunca antes había percibido en ningún otro lugar del juego.
Me pareció un lugar muy hermoso, y quedé inmediatamente fascinado por su belleza. Decidí sin lugar a dudas que allí construiría mi nueva morada, sería una casa bonita, de madera y piedra, con numerosas estancias interconectadas, puentes colgantes de madera permitirían cruzar de una ladera a otra y todo se integraría perfectamente en el entorno...

... pero no fue posible. De nuevo el juego se colgó. No pude recuperar el mapa.

Dejé de jugar varias semanas, hasta que un día, mas por aburrimiento que por otra cosa empecé de nuevo.
Exploré el mapa hasta la saciedad en busca de un lugar tan hermoso cómo el que había visto en mi anterior intento, pero no lo encontré. El tamaño del archivo del mapa se contaba ya por decenas de megas debido a mi infructuosa búsqueda, y finalmente me rendí a la evidencia de que no volvería a ver algo cómo aquello.

Así que me asenté en un frondoso bosque en una llanura y empecé de nuevo.
Cómo había arboles de gran envergadura decidí construir mi casa dentro de ellos. Les vacié las copas y los interconecté con pequeños puentes de madera que me permitían desplazarme de uno a otro.
La idea era curiosa aunque presentaba mas inconvenientes que ventajas. Las hojas no reflejan bien la luz así que las habitaciones estaban de noche bastante oscuras, y los monstruos pueden ver a través de ellas, por lo que al amanecer siempre había varias decenas de zombies, esqueletos, arañas y creepers revoloteando bajo mis pies.
Decidí empezar una nueva mina, y para ello, basándome en mis experiencias con el canal construí un sistema de elevadores acuáticos gigantescos que me permitían llegar hasta los más profundos niveles del subsuelo, también creé un canal subterráneo para permitirme llegar al mar bajando desde uno de mis árboles sin tener que pisar el suelo en ningún momento. Tales construcciones habrían requerido incontables días de cavar en las minas para obtener todos los materiales necesarios, así que recurrí a un editor de inventario.

Al principio lo usé para crear unos pocos picos de diamante, para ayudarme a extraer mas rápidamente la piedra, pero al poco tiempo, llegué a la conclusión de que usar el editor sería mejor idea, ya que si podía crear picos... ¿Por que no directamente roca?
Y así empezó una nueva etapa en la que a cada momento que necesitaba algún instrumento o material, simplemente cerraba la partida, abría el editor, y me ponía en el inventario varios cientos de lo que quisiera.

Y cómo todos podéis suponer, me aburrí del juego.

La "adicción" al editor de inventario había hecho que el juego perdiese todo el aliciente. ¿Para que esforzarme en cavar para intentar conseguir diamante, si en dos clics del ratón podía obtener todas las herramientas de ese material? Ahora que tenía un pico de diamantes ya podría extraer la roca más rápidamente, aunque, ya puestos... ¿Por que molestarme en extraerla si podía crearla con el editor? Y en apenas un par de días el juego dejó de tener objetivo para mi.

Durante algo más de un mes permaneció el juego si que lo abriese ni una sola vez... Hasta hoy.

He cargado la partida y me he dado una vuelta por todo lo que había creado: Minas profundas y bien equipadas, magníficas casas árbol, complejos mecanismos de redstone, intrincados sistemas de raíles automatizados. Pero todo me parecía anodino. Ninguna de esas estructuras había requerido del más mínimo esfuerzo para ser creada.

Así que he he decidido "huir" de todo eso. He cogido un bote que flotaba cerca de una orilla y he navegado hacia el norte.
Por el camino he ido encontrando cerca de las costas antiguos refugios que construí en mi primera exploración, cada vez que me sobrevenía la noche, y los he aprovechado para hacer lo mismo esta vez. He navegado durante muchos soles, hasta que al final ya no habían más refugios. Estaba explorando nuevos territorios. A medida que me alejaba más y más de mi antiguo y artificial asentamiento, las sensaciones que experimenté el primer día del juego volvían a aflorar, a cada paso que daba hacia lo desconocido mis ganas de volver a jugar se incrementaban exponencialmente.

Atravesé tundras, estepas, montañas, lagos, llanuras heladas y frondosos bosques.

Hasta que al final, al llegar a la cima de una montaña que estaba a punto de cruzar, me he encontrado con algo maravilloso.

¡Bajo mis pies se extendía un pequeño valle igual o más hermoso que aquél que descubrí en mi anterior partida!

Repleto de pequeñas cavernas y tranquilos estanques, cascadas rugientes que salen de las laderas de las montañas, y un frondoso bosque en el interior...

En mi inventario llevo un par de herramientas de diamante y algunas decenas de bloques de piedra. Nada más. He borrado el programa editor de inventario. Y no pienso volver a mi anterior asentamiento en un futuro próximo.

Aquí todo vuelve a empezar.

Deagol
Mensajes: 8
Registrado: 28 Oct 2010, 23:39

#3

P.D.: Siéntanse libres de dejar sus insultos, amenazas de muerte y otras lindeces aquí debajo.

astaroth198
Mensajes: 182
Registrado: 16 Ene 2011, 23:21

#4

Que hermosa historia! que buena redaccion, ya me gustaria escribir asi.

Deberias de jugar en el multiplayer! yo abandone el single player por que mis construcciones no serian compartidas con nadie, un mundo solo....

Insisto, deberias jugar en el multiplayer

Dremin
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Superviviente
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#5

Magnifico Deagol, muy buena historia y mejor redactada aun.

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Piteas
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Registrado: 30 Oct 2010, 15:15
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#6

¡Genial!

Ese espíritu -y no el simple "Tente Virtual"- es el real valor del juego, donde cobra toda su fuerza. ¿Por qué no te unes al server?

Cierto es que la creación de obras colosales puede achantar a cualquiera (hay gente que sigue en posición fetal tras su visita a Bauhaus), y que el multiplayer siempre va a tener un aspecto interpersonal que no siempre es bueno.

Pero lo cierto es que -por ahora- la comunidad alrededor de este servidor es responsable, hay diálogo con los Admins (que son implacables, pero justos), y existen tentativas de juego dedicadas a la exploración o el roleo. Veo viable que puedas vivir como un eremita en alguna parte poco poblada, o incluso que te sumes a alguna comunidad de las muchas que hay repartidas.

Y si hay algo que no te gusta... cada cierto tiempo se reinicia el server ^_^

Deagol
Mensajes: 8
Registrado: 28 Oct 2010, 23:39

#7

Gracias a todos por los comentarios!

La verdad es que en el modo multiplayer cómo más disfruto es simplemente paseando, explorando el mundo con sus creaciones a modo de turista y viendo lo que la comunidad es capaz de construir, ¡sorprendiéndome a cada paso!

Aunque por desgracia casi no tengo tiempo para jugar, ni online ni offline ni nada... Ojalá pudiese invertir más ratos en él porque hace tiempo que no disfrutaba tanto con un juego! Yo hace algunos años era un hardcore gamer, y ahora cada vez soy más casual... Entre el trabajo, los horarios rarísimos que hago y mis otras mil aficiones, hay semanas enteras que ni toco el ordenador en casa.

Saludos!

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